jueves, 22 de febrero de 2007

P istas P resuntuosas

Decía joseph conrad que hay dos tipos de gente. los que tienen algo que decir y los que usan las palabras de otros.
Adaptándolo a los nuevos tiempos podríamos decir que hay gente que hace cosas y otros tienen un videolog.
Quizá mi manera de ser sea curiosa, o extraña, o mi manera de racionalizar o de unir pensamientos, pero algunos podemos decir que nos funciona el cerebro de un modo creativo (que no quiere decir comercial).
Otros se limitan a mirar, recopilar y exponer. No hay creatividad. Tán solo tiempo libre.
Me recuerda a una época en la que trabajaba mucho "contra" diseñadores gafapasta recién salidos de alguna escuela de diseño de pago.
Podías saber cual era su profesor por los efectos de photoshop que usaban. Y evidentemente la configuración de su pantalla nunca coincidía con la realidad. Siempre los mismos efectos, trucos, tipos de letra. Control sobre la herramienta justito, creatividad nula.
Por mi forma de ser, creo, lo que hagan los humanos me resulta indiferente. Lo que empieza a molestar un poco es que se use las sinapsis de otro (músicos, cantantes, informáticos, etc) para hacer creer a los demás que son creativos. La creatividad se demuestra creando algo de la nada, no enseñando lo que hacen los demás. No usando herramientas y transformaciones que otros han imaginado y creado, sino edificando un lenguaje propio, un toque distintivo que haga que la gente reconozca el trabajo propio.
El plagio (o homenaje, como últimamente se le suele llamar por parte de aquellos que no quieren reconocer su falta de imaginación) es un mal endémico de las artes del siglo XXI y finales del XX. En la industria del cine le llaman remake, pero porque hablan en ingles...
Quizá sería hora de tener un "proyecto" creativo serio. Plantearnos que huella queremos dejar en el mundo. Donde yo trabajo hay una persona que lo que quiere es solucionar la vida económica de sus nietos. Es un objetivo, para mi extraño, pero objetivo.
Quizá deberíamos, entre todos, conseguir cambiar el mundo y que todo el mundo tuviera acceso a agua, comida y un techo. Que no importara, como sucede con algunos, el tamaño de tu coche, lo caro de tus tecnojuguetes o las tonterías que se le permiten a los hijos.
Yo apuesto por uniformar. Como los chinos. Todos vestidos igual. Como un kibbutz, todos cobrando lo mismo. Como en mi mente, todos iguales.
Lo triste es que por mucho que yo opine esto, algunos se dedican a recordarnos que por un trabajo que podría hacer un mono con tiempo libre pueden pagarse tonterías absolutamente inútiles. Algunos se dedican a pelearse con otros por saber quien es el más. Sólo eso, el más.
Y que queréis que os diga. Me aburren. Los competitivos, los ricos y los que tienen tiempo libre como para dedicarse a hacer cosas sin crear nada.
Parece una sinrazón. HAcer sin crear. Pues los hay. Y yo, conozco a varios.

domingo, 4 de febrero de 2007

Miedo al vacío

Te levantaste temprano y,
mientras yo dormía,
fuiste a por el periódico.
Luego volviste a casa,
te sentaste en la cama,
y leías el artículo de Robert Fisk
sentada en la cama.
Y yo seguía durmiendo.
Me acariciaste el pelo,
la cara, me tiraste del piercing,
creo que soñé que me decías
lentamente y muy bajito
que me querías.
Y yo seguía durmiendo.

Y me desperté asustado
pensando que no estabas allí.

Visión subjetiva

Una vez más, mientras todos vosotros discutíais con la almohada si debíais pagar la hipoteca o no, yo pasaba un rato hueco y estúpido en un bar.
Allí, mientras elaboraba absurdas soluciones a la pregunta "¿que significará lo que no sabemos que dice la camiseta del guitarrista del grupo este?", he imaginado una cara. Una cara que era hueca, que no expresaba nada.
Podría ser yo. O lo que me imagino mirándome al salir de una exposición.
No es que me las dé de tipo intelectual, ni que me atreva a decir que soy un poco más lúcido que la mayoría. Me refiero tan solo a que yo he tocado cosas que nunca creí me dieran tamaña sensación.
Toqué esculturas y cuadros de Miró de la época que yo llamo de lente de aumentos.
Cuando leía sobre la fuerza que te podía transmitir un algo yo siempre había reído. A carcajadas. Ahora ya no. Simplemente ahora intento tocar las cosas como toqué aquellas.
Tan solo con un par de mujeres he sentido algo así.
Ahora, años después, el mero hecho de oír a algún indocumentado hablar de arte me hace abrir las orejas (aunque luego me cierre en banda...) a la estulticia y a la tontería supina. Nunca nadie me convencerá de que alguien incapaz de dibujar una fotografía puede conseguir dar su propia imagen.
Lo siento. Soy un prorealista. Sólo quiero que alguien me demuestre que es capaz de dominar su propia técnica como para reflejar para que luego, si quiere darle siete vueltas al espejo y entrar por la parte de detrás, me tenga rendido. Lo sé, mi imagen no hace creer lo que soy, pero lo importante es dominar tu técnica de expresión para poder hacerla ir hacia donde quieras.
Control, dominio, excelencia como camino hacia el absurdo, el surrealismo, el laissez faire...
Y si en nuestro próximo aniversario no tenemos nada que decirnos no me importa.
He estado pensando en lo que significa el paso del tiempo, y la verdad es que sólo he llegado a una conclusión: si no estás a mi lado tampoco me importa demasiado. Podrías ahora llamarme hueco, pobre de espíritu, pero creo que he demostrado en muchas ocasiones que ese no soy yo. Una de mis máximas ilusiones en la vida, triste y aburrida pero vida, es conocer cosas. Quizá no llegue a ser un maestro en ninguna, ni siquiera a poder defenderme en una conversación sobre ningún tema, pero necesito novedad. Literatura rusa, Chillida, cine japonés, pornografía amateur, siempre algo ocupa mi mente...

sábado, 3 de febrero de 2007

Demonios tus ojos

Pasan las horas vacías
mientras el jazz envuelve mis orejas
en lugares en los que estuve
y quisiera revisitar contigo. Hacer un unplugged
para cambiarles los recuerdos.
Nada me hace sonreír más que la idea
de tus manos en mi cuello
en aquel local donde me odiaste,
tu sonrisa, escasa y melodramática,
sobrevolando lugares comunes.
Muero por recordar contigo
los meses en los que me odiaste, los que te ignoré,
los que te eché de menos…